La plataforma de 10 metros fue su terreno en los clavados. Ahí construyó, desde los cuatro años de edad, las medallas de oro, plata y bronce en la Olimpiada Nacional. El chihuahuense Mauro Antonio Castro Silva inició su carrera en este movimiento nacional en Veracruz en 2005 y el jueves 8 de mayo del 2014 culminará su proceso.


Es una naciente carrera productiva rumbo al alto rendimiento. El saldo es favorable, porque cosechó triunfos y lloró con la derrota. Por cierto, también, con los golpes en el agua. “Hay de dos cuando se golpea fuerte en la fosa: o sales llorando o te ríes de ti mismo. Yo prefiero lo segundo”, dice sonriente el clavadista de 18 años de edad.


Estudiante de la carrera de mercadotecnia en el Tecnológico Milenio, comparte los reflectores con su hermano Eduardo Antonio, en clavados sincronizados de tres metros. Es su cómplice, compañero y pareja deportiva.


“Fuera de la competencia vienen los regaños o los reclamos cuando no hicimos algo bien. Pero todo se queda ahí. Hemos aprendido el uno del otro en todos los terrenos porque somos hermanos”.


Su entrenador, el ruso Anatoly Kalasnikov, descubrió su temeridad a los cuatro años de edad. “A los dos años aprendí a nadar. Y a los cuatro años le dije a mi mamá que quería ser clavadista. Por una ventanita, que daba a la fosa de clavados, miré las ejecuciones de varios deportistas; estábamos en las instalaciones donde iba a practicar la natación. Y ahí lo decidí”.


El chihuahuense no quiso ni el fútbol ni el básquetbol. El trampolín, y posteriormente la plataforma, lo cautivaron. “Llegué y le dije al profesor que yo me “tiraba” desde los cinco metros. Y no me creyó. Además, para ser clavadista pedían niños de 7 años de edad y yo ni siquiera cumplía los cinco”.


Pero el arrojo y su deseo fueron más grandes que la convocatoria. Probó que la altura no era un obstáculo ni para su edad y menos para su pequeño físico. “Me tiré desde los cinco metros. Pasé la prueba y hoy disfruto y celebro esa decisión apoyada por mis padres Blanca Silva y Mauro Antonio Castro. Son mi apoyo todos los días”.


Y el deporte lo ha llevado a experimentar el terreno competitivo internacional. Dos veces en el Campeonato Panamericano; uno infantil y otro juvenil. “Uno fue en 2005 y el otro en agosto pasado, en Tucson, Arizona. El deporte me ha hecho tomar decisiones correctas, desde mi punto de vista hacia el futuro que quiero”.


La primera medalla fue ganada en el 2005. Y hoy, a 24 horas, se cumplirá un ciclo, también en Veracruz. “Ahora voy a seguir el camino a la primera fuerza. Aprender nuevamente todo, desde cero. Mi participación en la Olimpiada Nacional se cierra mañana. Pero me voy con un gran aprendizaje, con momentos difíciles sin ganar medallas”, concluyó.


Rolando Prieto, su actual entrenador, ya prepara el programa. La Olimpiada Nacional le dejó medallas. La edad, entonces, le pide cambiar de dirección: primera fuerza.